17 noviembre 2006

Con la yema de los dedos

Cuando se suele viajar sin compañía, lo habitual es entretenerse observando personas y cosas. Los diálogos que se tendrían con otro son sustituídos por conversaciones de interior. A mí siempre me ha gustado fantasear con la gente que me cruzo en el tren, en el metro o en cualquier cafetería desconocida. Asocio ciudades y situaciones a personas que no conozco realizando acrobáticos ejercicios de lógica mal enlazada.

El otro día, en el metro, me fijé en la persona que había a mi lado. Un par de detalles captaron mi atención a primera vista. Después, comencé a formar una secuencia de razonamientos válidos que me provocaron la irresistible sensación de conocerla. La identifiqué con un personaje bloguero al que sigo desde hace un tiempo. Fue un instante de certeza indiscutible, un escalofrío de realidad rasgada.

Así que me armé de valor y escribí un correo a la persona desconocida relatándole vagamente los detalles de aquel encuentro. En un primer intercambio nos sobresaltamos, porque surgió la duda de que aquello que se formó en mi cabeza hubiese sido acertado. Tras sucesivas aclaraciones, hemos llegado a concluir que todo el montaje se debió a una serie de meras coincidencias.

Sé que leo demasiados libros y que hay más películas en mi cabeza de las que resultaría aconsejable. Pero me gustaría pensar que esas hiladas casualidades que describen los autores en sus obras existen, que no son tan solo fruto de una imaginación dirigida.

5 comentarios:

Eulalia dijo...

He viajado y viajo mucho sola. Una vez me enamoré de la mirada de un tipo que me encontré dos veces en el metro y un mes después en el aeropuerto. No cruzamos palabra. Mierda.
Escribí un cuento desde su perspectiva.
Suerte que tenemos quienes, al menos, tenemos el atrevimiento de poner en palabras nuestras divagaciones.
Un beso.

Wanda◦○ dijo...

aysssss ... las coincidencias y las ganas de creer que los sueños pueden ser posibles algún día ... rara mezcla, imposible solucion.

Alnitak dijo...

Por eso llevo años recordando a todas y cada una de las personas con las que comparto más de dos segundos de mirada. Por eso, por si acaso aún espero que un día se giren y me digan: Una vez viajamos juntos en el metro ¿no? Por eso, sigo mirando a la gente a los ojos, por todo eso y porque yo también creo que las casualidades existen.

pd. A ver si nos encontramos un día en un vagón del metro. ;-)

if dijo...

Hace meses leí en un blog algo parecido a eso. Una chica iba en un avión y se fijó en otra. Por las palabras que usaba y lo que decía pensó que era la escritora de un blog que leía a menudo y ¡acertó! Estuvuieron todo el vuelo hablando e hicieron un post conjunto explicando el suceso.

Yo conozco a varios blogueros pero porque he quedad con ellos, y eso no tiene mérito.

Ale dijo...

pues a mi me han ocurrido en la vida casualidades, serendipias o como quieras llamarlos, dignos de muchas películas de serie B :S