24 enero 2007

Vahídos

Esta semana solo estoy disponible en horario infantil. El precio de los excesos resulta cada vez más abusivo. A pesar de que mis pestañas comienzan a despegarse, la pereza persiste inapelable.

Dicen que todo puede comprarse. Y a mí se me ocurre soñar con un vendedor de energía. Lo sueño oscuro. Apostado en los callejones. Tal vez con una gabardina con las solapas levantadas y un sombrero con cinta. Con la espalda y la planta de su pie derecho apoyadas en la pared.

Cedo a la tentación sin remordimientos. Si las adicciones fuesen tan apetecibles como en mis sueños, no habría centro de desintoxicación capaz de desengancharme. Desearía poder echar mano de toda la energía que he disipado en la intrascendencia para invertirla a mi antojo.

Ahora es tiempo de parada y posta. Preludio de una road movie a través del temporal.

5 comentarios:

Exagerada dijo...

Cede, cede, déjate tentar, sal con los ojos abiertos verás como merece el precio, aunque sólo sea por vivir...

Ale dijo...

He oido hablar de los vampiros de energía, seres aparentemente encantadores que a la mínima que te descuidas te muerden todo tu cuello energético. Como vendedores de energía se me ocurren los comerciales de Endesa, pero eso son otros fluidos a los que tu obviamente no aludes. No la compres chiquilla, róbala, o tomala prestada que al final siempre tiene un efecto rebote que seguro compensarán la sisa.

Desde aqui te regalo unos cuantos bites de energía en forma de 0 y 1(s). A ver si te llegan calentitos y no se hielan por el camino. Que frio coño!

Alice ya no vive aquí dijo...

Si fuéramos capaces de aprovechar la energía de que disponemos en lo verdaderamente importante y no la malgastásemos tanto, tendríamos hasta para regalar.

Mercaderes de energía, suena aterrador.

Esther Shylock dijo...

Sigue al deseo y a la tentación, que para eso tenemos un cuerpo y un alma que se degrada muy lentamente.

Un beso

Eulalia dijo...

¡Qué sensación tan conocida! Pero la frivolidad también tiene su hueco, su encanto, su porqué, su...
Hay que saber disfrutar la pereza sin remordimientos.
Un beso