26 diciembre 2006

A paseo el piolet


Hoy me he levantado más verde de lo normal. Supongo que la estela de la excesiva Navidad se había extendido por mis poros como una virulenta plaga de lividez. Me he duchado, he hecho la mochila en diez minutos, he desayunado un café de pie y he bajado al garaje. Me apetecía llenarme de aire frío.

Hasta ahí podría haber sido otro de tantos días en los que escapo a la montaña a espantar mis males. Pero hoy se han dado dos circunstancias que me desconciertan. Mientras conducía hacia el punto de partida, en una de esas curvas de herradura con el firme helado, el coche ha culeado. Mi respuesta habitual hubiese sido una sonrisa con tintes divertidos. Sin embargo, esta mañana un presentimiento oscuro ha cruzado mi semblante en ese instante y he fruncido el ceño con preocupación. Aún a pesar de que a diez por hora el riesgo es mínimo y calculado, de que no hay nada por lo que asustarse.

Más tarde, cuando descendía de la cima sobre nieve dura, he resbalado con los dos pies un par de metros y he tenido que hacer una parada con el piolet. En otras ocasiones ese hecho hubiera provocado la misma sonrisa divertida de la que os hablaba. Como supondréis, esta mañana me he quedado con la tez a juego con la nieve, sintiendo a flor de piel un peligro magnificado: había un terraplén a seis o siete metros, eso es todo lo que hubiese podido descender sin control.

No entiendo lo que me pasa. ¿De dónde ha salido este miedo? Tal vez la perdida oportunidad de sentirme de nuevo bajo la protección de una pareja haya agitado alguna de mis inquietudes dormidas. No es que me disguste disfrutar de estos pequeños miedos, lo que me aterra es el cambio. Y más que el propio cambio: desconocer el motivo del cambio.

Cuando conducía de vuelta he tratado de describirme esta nueva sensación, hace un rato he dado con una imagen que la describe con bastante nitidez. Llevo tiempo sintiéndome como el juguete predilecto del dueño, almacenado en mi envoltorio original en algún lugar preferente de la trastienda para único deleite del propietario. Pero ahora me siento uno de tantos juguetes, un artilugio expuesto en el escaparate con un cartelón estridente de "REBAJADO" sobre la cabeza. Se podría decir que ahora, más que nunca, estoy de oferta.

5 comentarios:

Nadia dijo...

Una teoría como otra cualquiera:
Ahora por algún motivo empiezas a darle valor a tu vida. Tal vez porque pienses que es más importante que hace unas semanas, unos meses...

Eulalia dijo...

Eso es que tienes el hígado un poquitín atascado de transaminasas, corazón: nada que no pueda arreglarse con una dieta.
Y lo digo en serio.
Un beso.

Wanda◦○ dijo...

Lo que pasa es que te dió el pabajo porque ... porque te han dicho que no ??? Entiendo que te ha dado el miedo porque te sientes chiquitito en mitad del escaparate, pero eso no significa que este juguete no tenga valor.

Lo demás viene solo, porque te entraron las dudas contigo misma, y por eso ahora el resbalón en la nieve te da mas miedo que antes.

En este caso es mejor volverse a mirar en el espejo, y ver que sigues siendo verde.

Narrador dijo...

Sucede que a veces el ascensor de casa se estropea y tienes que bajar al garaje por las escaleras.
Son un lugar extraño, como suelen ser todos los lugares poco frecuentados. Desconoces sus reglas y eso te hace estar incomodo.
Sucede que a veces la luz se apaga en medio de un tramo y empiezas el descenso a oscuras. Es curioso que los primeros peldaños pasan solos, como si tu cuerpo aun retuviera el movimiento mecanico.
Sucede cuando llegas al peldaño antes del descansillo, entonces te encuentras igual que al borde de un abismo. Empiezas a soltar el pie hacia abajo, asomando timidamente. Sin darte cuenta te apoyas en la pared, lo que es ridiculo, pues su planitud dificilmente te dara donde agarrarte. Tu pie avanza hacia ese profundo precipicio y sigues sin saber.
Sucede que a veces llevas mal la cuenta de los escalones, y tu pie golpea antes de lo esperado con la planitud del rellano. Entonces eres consciente de que no hay otro peldaño. Y, no se explicarlo, pero entonces tienes miedo, tienes miedo porque ya no hay mas vertigo.

if dijo...

Me parece mucho más útil sentirte el comprador. Tú eliges qué compras, cuando, como y hasta cuando. Si algo se rompre es porque no era el juguete adecuado para ti.