28 diciembre 2006

Three in a row & Viva la France


Mientras los ciudadanos andan con la espalda encorvada en un fútil intento de encontrar calor y entornan los ojos tratando de entrever algo a través de la fastidiosa niebla, me tumbo sobre la cima para disfrutar de la luz del sol, de su calor y del silencio de la soledad. Incluso aprovecho para echar un leve sueñecito. Después, en el coche, sonrío al comprobar que tengo la nariz roja. Me digo que ya utilizaré los potingues adecuados para disimularla en la ceremoniosa comida de mañana. Porque hoy no hay nada por lo que preocuparse. Y me acuerdo con empalagosa nostalgia de aquel refrán infantil que solía soltar a troche y moche mi admirado monitor: "Niebla en el valle, montañero a la calle. Niebla en la montaña, montañero a la cabaña."

Así, bajo la tibieza de ese cálido momento, decido enfilar el coche hacia Francia. Saqueo un supermercado lleno de delicatessen pasándome por el forro el límite de la tarjeta de crédito. Y conduzco de vuelta ausentándome del atasco mientras canto a voz en grito cualquier canción que el reproductor tenga a bien elegir.

Porque la felicidad es así de tonta, sencilla y efímera. Porque cuando llega te revienta los sentidos y no hay contrapartida capaz de empañarla.

okay, now to the left - no, my left - ohhhhhhhhhhhh!

8 comentarios:

if dijo...

Aquí en el valle (del Ebro) llevamos días con niebla. Estamos tristes porque no vemos el sol. Pedimos por favor que llegue un cierzo frío que levante la niebla y nos devuelva la sonrisa.

La próxima vez que cruces al otro lado avisa y te encargamos algo :P

Nadia dijo...

¿Tendría a bien desplazar un pelín más la cámara hacia la izquierda la próxima vez? Gracias :)

Alnitak dijo...

Sí, así de tonta, así de sencilla pero así de imprescindible.

Eulalia dijo...

Me gusta cuando te expresas feliz.
Un beso.

Nadia dijo...

Jua jua jua, eres mi héroe.

Besos

susej dijo...

Y que de improviso llegan.

Anónimo dijo...

Me quedo el post para mi serie "sobre la felicidad".

xnem dijo...

Estos días pasados, bajo el solecito de una playa de arena blanca en mi isla semidesierta, pensaba en los viejos que se sientan con los ojos cerrados a tomar el sol a la puerta de sus casas, que agradable y que simple, reconocer que las mejores cosas de este mundo son gratis.